La crítica positiva parece que
tiene su parte de razón, pues dentro de un género que cada vez sorprende menos,
esta la ha hecho por varios motivos.
Para empezar, está claro que toda
película de terror que se aprecie empieza con la mudanza de una familia a una
casa en medio del campo para lo típico: distraerse del estrés de la gran
ciudad, estar más cerca del trabajo, de los hijos, etc. Por supuesto la familia
tiene hijos, o están esperando uno. En este caso son un hijo pequeño,
una hija mayor, mamá, papá, y el gato.
Como el título indica, en el
barrio hay un cementerio de animales. Sin spoiler que hacer, pues todo se ve
bastante claro en el trailer, este lugar trae de vuelta a las cosas, o mejor
dicho a los seres que han fallecido. Se ven dos ejemplos muy claros en la película,
y por ahí se guiará el argumento principal.
La duración es apropiada, con
ritmos nada aburridos, si bien, la acción y el desenlace se desarrolla en el último
cuarto de la misma, el principio y mitad no son excesivamente ávidos, pero no
aburre en lo más mínimo pues la puesta en escena de acontecimientos, fotografía,
y los pocos sustitos que nos iban dando, hacían de la sala de cine una tensión
patente y deliciosa.
Pone de manifiesto las emociones y
motivaciones de los personajes con bastante claridad, el horror justificado de
los personajes por algo más allá que el propio miedo, como son traumas de la
infancia, el miedo a la pérdida de un ser querido, etc., y pocos son las paranoias
sobre espíritus y fantasmas que rondan en la casa, que ya adelanto que son más
bien pocos: el tono de la película va en otra dirección totalmente opuesta.
El final por supuesto no es
indiferente. Este tipo de películas suelen ser más predecibles, y en esta
ocasión ha gustado, con un final algo inesperado que podría considerarse feliz, según el punto
de vista con el que se mire, claro está, no olvidemos que esta basado en la
novela homónima de Stephen King.